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A CIDADE DE ROMA

 Imos ler unha pequena parte dun gan libro : EL MUNDO CLASICO (ROBIN LANE FOX)

“Roma, por entonces una populosa ciudad de (probablemente) un millón de habitantes, la más grande con mucho del mundo. Las diferencias sociales seguían siendo asombrosamente grandes.

Una vila romana

Los ricos vivían en grandes mansiones, pero los más pobres dormían donde podían; los relativamente pobres se hacinaban en elevados bloques de pisos de madera con tabiques delgadísimos, el sueño especulativo de los terratenientes. Estos «receptáculos verticales» construidos precipitadamente y atestados de vecinos estaban rodeados de calles estrechas y tortuosas, mientras que el suministro de agua era muy desigual y los transportes públicos brillaban por su ausencia.

Unha rúa da cidade de Roma, coas insulae

La Roma de la mayoría de la población era a la vez un sueño y una pesadilla. Era también, por supuesto, una sociedad esclavista. En la década de 60 a.C. un solo senador tenía no menos de 400 esclavos viviendo en su casa: por consiguiente, si ese senador era un caso típico, «el senado» (el conjunto de los hombres mejores y leales) era el propietario de casi 250.000 de los seres humanos que habitaban en Roma. Tal vez dos quintas partes del millón (aproximadamente) de habitantes de la ciudad eran esclavos, y buena parte del resto, eran ex esclavos, libertos, que seguían «obligados» por lazos de clientela a sus antiguos amos.

Escravos romanos

Los ciudadanos humildes eran la plebe, pero dentro de la plebe no debemos confundir a los que tenían vínculos con las grandes casas con los que carecían de ellos. Pues, en efecto, existía una plebe «respetable» y una plebe «sórdida», gentes que mendigaban cualquier cosa. Las modernas ciudades de chabolas atestadas de refugiados de Egipto o Pakistán son lo más parecido que podemos imaginar a esta «Roma del orden», aunque en ellas no exista la esclavitud aceptada por todos que había en Roma. Había quedado demostrado que la «otra Roma» estaba más allá de las capacidades o el interés de la amada República de Cicerón.

Patricios e plebeos

En tiempos de Augusto, esa Roma dio los primeros pasos hacia su saneamiento y su seguridad. Paulatinamente, se introdujo una brigada antiincendios, absolutamente necesaria, los guardias o vigiles, cuyo nombre sobrevive en su equivalente de la Roma moderna. El suministro público de agua fue mejorado enormemente gracias a la construcción de nuevos acueductos y, con el tiempo, por el nombramiento de nuevos superintendentes y de esclavos públicos encargados de su mantenimiento. En consecuencia, las familias ricas trasladaron su residencia a las colinas, por encima de los terrenos otrora pantanosos, y siguieron desarrollando nuevos parques y hermosos palacios en la zona. Se nombró un comité encargado de velar por las crecidas del Tíber. La altura de las casas de pisos se limitó a las siete plantas aproximadamente, sin duda para disgusto de los especuladores. Se creó un nuevo prefecto del aprovisionamiento de grano; y las donaciones regulares de grano entre determinados ciudadanos siguieron adelante (en estos momentos los beneficiarios eran casi 250.000). Al igual que los espectáculos públicos, este subsidio no hacía llegar «el pan y el circo» a todos los pobres de condición libre, pues ascendían a más de medio millón de personas. Pero una vez reforzado con el grano de Egipto, el abastecimiento general de trigo a la venta fue estabilizándose.”